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Alcoholismo y abstinencia

10 de julio

HACIA LA PAZ Y LA SERENIDAD 

Cuando les hemos dado una mirada cabal a esos defectos, los hemos discutido con otra persona, y hemos llegado a estar dispuestos para que sean eliminados, nuestro parecer acerca de la humildad empieza a tener un significado más amplio.

DOCE PASOS Y DOCE TRADICIONES, p. 79 

Cuando se presentan situaciones que destruyen mi serenidad, frecuentemente el dolor me motiva a pedirle a Dios claridad para ver mi papel en la situación.

Admitiendo mi impotencia, humildemente le pido aceptación. Me esfuerzo por ver cómo mis defectos de carácter han contribuido a la situación.

¿Podría haber sido más paciente? ¿Era intolerante? ¿Insistí en salirme con la mía? ¿Tenía miedo? Según se van revelando mis defectos, pongo a un lado mi independencia y humildemente le pido a Dios que me libre de mis defectos de carácter.

Puede que la situación no cambiar, pero cuando practico la humildad, disfruto de paz y serenidad que son los beneficios naturales de poner mi confianza en un poder superior a mí mismo.