. . . Y DESPRENDERSE DE EL . . .
primordialmente el miedo de perder algo que ya poseíamos o fallar en conseguir algo que exigíamos. al vivir sobre una base de exigencias insatisfechas, nos manteníamos en un estado de continua perturbación y frustración.
Por consiguiente, no tendríamos paz a menos que pudiésemos encontrar los medios de reducir esas exigencias.
La diferencia entre una exigencia y una sencilla petición resulta obvia para cualquiera.
DOCE PASOS Y DOCE TRADICIONES, p. 81
Para mí, la paz es posible solamente cuando renuncio a mis expectaciones.
Cuando estoy atrapado en pensamientos respecto a lo que yo quiero y lo que debo recibir, estoy en un estado de temor o de anticipación inquieta y esto no conduce a la sobriedad emocional.
Yo debo rendirme – una y otra vez – a la realidad de mi dependencia de Dios, porque entonces encuentro la paz, la gratitud y la seguridad espiritual.
